¿La estanflación llegó para quedarse?

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Con una inflación superior al 45% y una caída del PBI mayor de 2,5%, junto a una pérdida de poder adquisitivo de los salarios del 11%, ¿y ahora quién podrá ayudarnos? ¿Será Brasil?

Por Hernán Murúa

La caída de la actividad económica, iniciada a partir de la megadevaluación del peso, coincidió con un pico en la inflación, que alcanzó un máximo de 6,5 por ciento en septiembre. Mientras tanto, en octubre, los precios “sólo” crecieron un 5,4 por ciento, subraya el último informe del Centro de Estudios de la Nueva Economía.
En paralelo, el Estimador Mensual de Actividad Económica mostró una variación negativa del 6,7 por ciento en junio, en la comparación interanual; del 2,7 por ciento en julio; del 1,6 por ciento en agosto, y del 5,8 por ciento en septiembre. “Con ello, se completaron dos trimestres consecutivos de caída, lo que define la recesión. Por lo tanto, la economía argentina se encuentra en presencia del peor de los mundos posibles: recesión más inflación, lo cual se conoce como estanflación”, señala Víctor Beker, director de dicho centro.
Para más datos, las cifras conocidas en octubre indican una merma del 9,4 por ciento en las ventas minoristas de pequeños y medianos comercios, según información de la cámara que los agrupa. La Asociación de Fabricantes de Automotores, en tanto, ya había informado una caída de la producción de vehículos de 20,6 por ciento en septiembre, en comparación con igual mes de 2017, y del 11,8 por ciento en octubre, mientras que las ventas de autos nuevos registraron en noviembre una caída del 46 por ciento.
El INDEC informó una caída del 11,5 por ciento en la actividad manufacturera de septiembre, mientras que el indicador sintético de la actividad de la construcción cayó un 4,2 por ciento, siempre en la comparación con igual mes del año anterior. Las ventas en supermercados fueron inferiores en un 7,9% por ciento.
“La mayoría de los pronósticos coincide en que la inflación minorista anual será superior al 45 por ciento y que el PBI caerá al menos un 2,5 por ciento. La estanflación constituye un fenómeno no frecuente. Normalmente, se espera que los aumentos de precios acompañen a procesos de expansión de la economía y que, en períodos recesivos, los precios se aquieten o incluso desciendan. Sin embargo, en países con alta inflación, es posible que ésta persista aun en presencia de una fuerte contracción en la actividad económica”, explica Beker.
“Existe una inercia inflacionaria que hace que la inflación pasada determine la inflación futura. Por lo tanto, en presencia de una política monetaria restrictiva, se ajustan primero las cantidades, es decir que merman la producción y el empleo, y sólo en último término cae significativamente la inflación”, continúa.
Al respecto, si bien admite que “una explicación alternativa, a la que adhiere la conducción actual del Banco Central, sostiene que la inflación persiste en períodos recesivos sólo debido a que sigue creciendo la oferta monetaria”, subraya que dicho debate podría saldarse si “la regla de emisión cero hasta junio próximo permite abatir la resistente inflación”.

La carrera entre precios y salarios

A partir de mayo de 2016, el INDEC reanudó la publicación del índice de precios al consumidor para Capital y Gran Buenos Aires y retomó la práctica de incluir en su informe un conjunto de precios de bienes que integran la canasta relevada para el cálculo de dicho índice.
El incremento promedio de precios acumulado desde mayo de 2016 hasta octubre pasado totalizó un 96 por ciento. Esto es: prácticamente se duplicaron los precios en estos 29 meses, alerta el reporte del Centro de Estudios de la Nueva Economía.
“Sin embargo, no todos los precios variaron en igual proporción. Muchos de los comprendidos en el rubro de alimentos lo hicieron bastante por encima del promedio”, asegura Beker.
“Si se compara la evolución de los precios con la de los salarios, en el caso de los trabajadores registrados, la remuneración promedio era de 18.042 pesos en mayo de 2016 y de 31.523 en septiembre de 2018, el último registro disponible, con un incremento del 75 por ciento. En el mismo período, el aumento de los precios minoristas había sido del 86 por ciento. Esto implica una caída del salario real del 6 por ciento en ese período de 29 meses. El bono de 2.500 pesos representa un 8 por ciento del salario promedio de septiembre, con lo cual estaría ligeramente por encima de la pérdida salarial registrada”, continúa el economista.
Sin embargo, cuando se analiza el período más reciente, se observa que el incremento del salario promedio entre septiembre del año pasado e igual mes del corriente año fue del 25,4 por ciento, mientras que el aumento en el Índice de Precios al Consumidor en el mismo período fue del 40,5 por ciento, con una pérdida del salario real del 11%. “Ello implica que, si bien el bono anunciado permitiría volver a niveles equivalentes a los de mayo de 2016, el salario promedio estaría por debajo del alcanzado en septiembre de 2017”, indica.

¿Parte del problema y de la solución?

En 2011, las exportaciones argentinas a Brasil sumaron 17.319 millones de dólares. En 2017 fueron apenas de 9.308 millones. Esta merma en las ventas argentinas al vecino país fue acompañada de un mayor saldo negativo en la balanza comercial, que pasó de 5.009 millones de dólares en 2011 a 8.680 millones en 2017. Es decir, las exportaciones cayeron mucho más que las importaciones.
“La recesión experimentada por la economía del país vecino, a partir de 2014, se reflejó en un menor nivel de compras procedentes de la Argentina. Mientras en 2011 la participación del mercado brasileño en las ventas argentinas al exterior representaba un 21 por ciento de este total, en 2017 dicho guarismo había descendido al 16 por ciento”, ilustra Beker.
Por tal razón, admite que un retorno al crecimiento por parte de la mayor economía del Mercosur alienta la expectativa de que se traduzca en una recuperación de las ventas con tal destino. “Volver a los niveles de 2011 implicaría casi duplicar las exportaciones argentinas a Brasil”, precisa el especialista.
La caída exportadora castigó fuertemente a la industria argentina, particularmente a la automotriz. En efecto, Brasil es el principal destino de las exportaciones de dicha actividad, absorbiendo un 65 por ciento del total. Ello representó unos 4.300 millones de dólares en 2017 frente a unos 12.200 en 2011, que fue el año record de exportaciones automotrices con destino al país vecino.
“Regresar a los guarismos de 2011 implicaría casi triplicar las ventas automotrices a aquel destino. Ello podría permitir una recuperación de la alicaída industria automotriz, que pasó de fabricar 829.000 unidades en 2011 a sólo 473.000 en 2017. En paralelo, el personal ocupado por las terminales automotrices, que alcanzó un pico en 2013 con 35.400 personas, se redujo a 29.000 el año pasado”, completa el director del Centro de Estudios de la Nueva Economía.

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